29 noviembre 2007

Es el momento

Ahora es el momento



Por una de estas cosas que tiene la vida, en las últimas semanas me he visto obligado a pasar largas horas entre las paredes de una habitación de hospital. Mi madre ha tenido un serio percance con su salud que ha requerido una intervención quirúrgica de envergadura. Tras su salida de la Unidad de Cuidados Intensivos, la estancia en planta se prolongó durante más de una semana.

Casi todo el mundo piensa, no sin cierta parte de razón, que las horas transcurridas en un hospital tienen una duración cuasi infinita. Que los días parecen prolongarse más allá del convenio acordado de veinticuatro horas; como si quisieran aplazar el ansiado momento del retorno al hogar.

Pero lo cierto es que, sobrevenida la circunstancia y al margen de la natural preocupación por su estado de salud, el primer pensamiento que anidó en mi mente no fue otro que el de: “tendré tiempo para leer y reflexionar”.



Siempre me ha gustado reflexionar.


Entiéndase por ello la costumbre que tengo de plantearme cuestiones e intentar buscar respuestas que concilien tanto la percepción emocional de las preguntas como su contrapartida racional (o si se prefiere, analítica intelectual). Por lo que a mi se refiere, una respuesta es, siempre y en cualquier circunstancia, la oportunidad de un aprendizaje.

Así pues, y como inevitablemente se preveía, comenzaron a aparecer los momentos en que se presentaba el tiempo sin plazo de término inmediato. Y como no podía ser de otro modo, fueron cayendo las páginas escritas y las notas en mi libreta.

Convencido como estoy de que las mejores oportunidades de la vida (en lo que a adquisición de madurez se refiere) casi siempre suelen venir disfrazadas de desgracias, traté de sacarle partido a esa ingente cantidad de tiempo que otros “vecinos” de habitaciones contiguas preferían consumir en inagotables horas televisivas o lamentando la situación a la que se habían visto abocados.

Una vez transcurrido el tiempo necesario de curas, y ahora que mi vida retorna pausadamente a ese estado de cosas que solemos llamar “normalidad”, recupero mis notas y encuentro que, de repente, abandono un blog que había estado alimentando diariamente a lo largo de casi dos años y que a su vez era continuación de otros proyectos que -ya fueran propios o compartidos- habían marcado la pauta de mi relación con la red desde hace algo más de cuatro años.

¡Cómo pasa el tiempo!

Y curiosamente, contra lo que pudiera pensarse, no aflora en mi mente el mínimo asomo de ansiedad ni mis ojos derraman lágrima alguna. Quizá lo hagan el día en que finalmente, intente acceder a su url y tropiece con el famoso mensaje 404 Not Found.

Pero si de algo estoy seguro es del hecho de que tengo que dejar que el destino del MultiBlog se cumpla…; y esta vez sí, va a cumplirse.

Sigo preguntándome el porqué de este sentimiento; qué razones hay para tomar esta decisión; y como única respuesta tan solo obtengo un eco en mi corazón cuyo mensaje -desnudo de argumentación alguna- es simple y llanamente: es el momento.

Hoy todo parece indicar que mi madre no transitará -en esta ocasión- el camino hacia otro mundo (si es que realmente lo hay); pero el abismamiento que se ha producido estos días en lo más profundo de mi interior trae como consecuencia inmediata la muerte de mi propia creación.

Una parte de mi morirá ese día.

Y, del mismo modo que algún día tendré que “dejar marchar sin resistir” a algunos de mis seres queridos, pronto sufriré -parcialmente- esa pérdida en mis propias carnes.

Y, aunque está bien claro que la pérdida de un blog no conlleva aparejada la desaparición de ningún tipo de vida “física”, los vínculos que me unen a ese sitio tienen raíces muy profundas, que a buen seguro rasgarán las vestiduras con que ese día mi corazón se presente ante el destino.

Una de mis conclusiones sobre el proceso a que se ha visto abocada mamá es bastante simple, a la vez que significativa: la pérdida de una parte de sí misma le ha servido para recuperar “en cierto modo” a un hijo.

Perder para ganar.

Algunas pequeñas cosas pujan por manifestarse.
Algunos cambios comienzan a operarse en mi interior.
Es el momento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace unos días que supe de tus blogs. Por supuesto a mí no me importa que te vayas o te quedes, aunque mientras estés por aquí te leeré vía RSS.

Respecto a tus tutoriales, sería una pena que por cumplir al pie de la letra una bonita poesía Zen, "se perdiesen" -menuda contradicción- ; o mejor dicho, otros perdiesen la oportunidad de aprender con el trabajo realizado anteriormente. Trabajo que, en mi opinión, no es del todo tuyo ;)

Aunque pudiera parecer otra cosa, con estas palabras quiero saludarte afectuosamente, y animarte a que sigas disfrutando e imaginando que otros aprenderán de ti. Mi punto de vista es que se te da bien enseñar. Eres un exhibicionista en potencia :P

Artea dijo...

Hola oggro.
No tenía el placer de conocerte, pero algo de tus palabras -leyendo entre líneas- provoca un cierto eco en mi interior.
Ese eco se traduce en una buena sensación.
Tomo nota de tu propuesta, que pensaré con todo cariño.
Confío, igualmente, que podamos seguir leyéndonos.
Un afectuoso saludo.