Agitada noche,
eterna madrugada.
De nuevo los fantasmas
acechan la calma
de mi pobre corazón.
Que sería de mi:
si no fuera por tu sonrisa,
que espanta los males
que inquietan mi espíritu;
y provocan mi llanto.
Y es que tu abrazo
sigue siendo el bálsamo
que repara mis heridas.
Y tu beso el mejor garante
de la tranquilidad de mi alma.
Artea
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