09 marzo 2008

Regalando flores

flor de ciruelo



Cuando me hice cargo de él hace unos meses estaba prácticamente deshauciado.
Pobre ciruelo, pensé. No creía que pudiera recuperarlo. Seco y enramado, llevaba varios años sin dar apenas fruto.

Pero decidí intentarlo, confiando en que si lo trataba con cariño, él sabría agradecérmelo de uno u otro modo.

Lo podé a fondo. El serrucho y las tijeras hicieron su trabajo, dejando apenas la mitad del volumen que ocupaba en el huerto. Era el único modo de que, a partir de dos o tres ramas, si él quería, pudiera renacer.

Al volverlo a ver, este fin de semana, tuvo la amabilidad de regalarme unas flores.

Y es que la vida, a poco que se le abra la puerta, se abre paso.

Artea

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