08 junio 2008

Decrecimiento

Decrecimiento



No nos andemos por las ramas. Va a sonar duro, pero las cosas están así: en los próximos años vamos a enfrentar una grisis global sin precedentes. No lo dice un profeta catastrofista. Es el tema de que se habla en los círculos empresariales y políticos. Esto no se sostiene. Este momento, tarde o temprano, tenía que llegar. Todo el mundo lo sabía pero actuábamos como si no fuera con nosotros. Es evidente que no se puede crecer infinitamente en un mundo finito y que llega un momento en que nos encontramos al borde del abismo. Ese momento está llegando: toda nuestra civilización se alimenta con petróleo, y el petróleo se acaba. Aviones, coches, centrales térmicas, barcos, pesticidas, plástico, fertilizantes químicos, etc... todo el sistema que nos acoge depende del petroleo y sin petroleo se desmorona. Todo el descomunal "tinglado" que hemos montado va a colapsar en pocos años, cuando la sangre que circula por las venas de nuestra civilización, el petróleo, se seque.

Los que controlan los resortes del agonizante sistema energético-económico impulsaron hace unos pocos años un intento de paliar esta crisis con agro-combustibles, el resultado ha sido un desastre y la crisis global se ha agudizado aún más. Ni a propósito lo hubieran podido hacer peor: millones de personas están pasando a engrosar las bolsas de extrema pobreza mientras nosotros metemos etanol elaborado con cereales en los depósitos de nuestros coches para paliar la carencia de petróleo. Esto está agudizando otro de los problemas globales: el aumento de la inmigración.



Hasta que no asumamos que el "mito del progreso" ha fracasado y que el "Dios mercado" ha muerto, no saldremos de la crisis. Aunque todo esto suena muy catastrófico y pesimista, cuanto más ignoremos este gigantesco asunto, más tiempo estaremos perdiendo para tomar medidas que pueden salvar millones de vidas. Es fundamental que tomemos conciencia de la gravedad de la situación y comencemos a conservar energía, a invertir en alternativas renovables, y sobre todo que cambiemos nuestro estilo de vida egoista y consumista por otro ecológico y sostenible. Nuestra mentalidad está basada en el consumo ilimitado. No acepta la existencia de límites. Reconvertir el sistema energético de nuestra civilización en función de esos límites implica cambiar la sociedad, la economía, la organización política. Y ese cambio tan profundo solo se puede producir si nos transformamos a nosotros mismos, de tal forma que cambiar nuestras prioridades no suponga un desgarro.

La solución está en nuestra mano. Un porcentaje significativo del abuso de los recursos sucede a causa de nuestro derrochador estilo de vida basado en una gran cantidad de comodidades y necesidades creadas por la publicidad y la sociedad de consumo que van más allá de las necesidades básicas para nuestra subsistencia.

El siglo XXI es el de la ética de los límites. Los límites no son manías ni restricciones, sino guías. Normalmente vemos los límites como prohibiciones pero no tiene porqué ser así. Tenemos que desarrollar el concepto de límites como fuente de conocimiento y de desarrollo. Los educadores saben que los niños florecen cuando tienen límites. Mucha gente considera que la felicidad está en el placer cuando la felicidad está más cerca de la moderación y de los límites, entendidos como cauces.

Ha llegado el momento del decrecimiento. Esto no supone ni mucho menos el retorno al pasado, es más bien una oportunidad para volver a la sencillez.

Editorial del número 56 de la revista Namasté (Junio de 2008)

Fotografía de lacomunidad.elpais.com

4 comentarios:

Ashbless dijo...

Todo lo que no funciona, cesa. Es una cuestión sencilla.

Si necesitamos cinco veces lo que el mundo puede ofrecer a cada uno de nosotros - si eres estadounidense- o dos veces y media - si eres español- o alguien está gastando mucho menos para compensar, o pronto nos vamos a quedar sin nada.

Las dos cosas están ocurriendo al tiempo. Vivimos en la abundancia, y aunque nos veamos en crisis por la mala gestión y distribución de la riqueza, tenemos ropas, comidas basura y sanas, coches, calefacción y aviones.

Todo tiene su precio. Por mi parte, intento hacer un consumo responsable, vivir con sencillez, y disfrutar de lo mucho o poco que poseo. Mientras dure...

Excelente post. Comparto esa visión. Desgraciadamente de un modelo poco armonioso, solo puede hacerse cosas positivas a un coste humano y ecológico casi tan alto como las negativas. Los bio-combustibles son la prueba. Lo único sensato es decrecer, decrecer todos.

Menguar, volver a la sencillez. Pero es cosa de cada uno.

Un saludo

Artea dijo...

Tal cual yo lo veo esta vuelta a la sencillez es, en realidad, una vuelta al origen... a nosotros mismos.

Estoy convencido de que todos podemos vivir sobradamente con bastante menos. Lo realmente difícil, para muchos, es discernir entre lo esencial (aquello a lo que no podemos renunciar) y lo accesorio.

En función de cuánta esencia o superficialidad componga nuestra existencia, este necesario decrecer será una catástrofe o una experiencia.

Como bien dices, es cosa de cada uno. Siempre he creido en esa premisa. Es momento de dar ejemplo. Y hay que hacerlo Aquí y Ahora.

Un placer compartir este espacio contigo.

Un sincero abrazo. :)

eltiosain dijo...

¿Pasó algo parecido en la Isla de Pascua hace algunos años?

Artea dijo...

Se dice por ahí.

¿Verías Rapa Nui, no?

;)