24 febrero 2009

Ceder el paso

Ceda el paso
Fotografía de Sparky the neon cat

Es curioso lo que me ocurrió esta tarde volviendo del trabajo.
Venía absorto en algunas sensaciones entorno a mi codo.
Una vieja lesión recidivante me ha echado en manos de un osteópata que me está haciendo descubrir algunas sensaciones corporales completamente nuevas para mi.

De repente, tras de mi, escucho una conversación entorno a lo fácil que ha sido robar varios artículos en el supermercado a pesar de que tienen cámaras. Alguien se jacta de que por culpa de los chicles se ha disparado la alarma y han tenido que salir corriendo.

Dada mi velocidad en los últimos tiempos, la conversación se me echa encima y cedo el paso a dos muchachos y muchachas ninguno de los cuales sobrepasaría los catorce años.

Visten ropa de la que ellos mismos califican de "guay"; tienen un aspecto impecable (cortes de pelo inclusive) y lucen algún reproductor de MP3 y teléfono móvil de aspecto "último grito".

Y acaban de robar un paquete de chicles y otro de donetes de los de chocolate.
Alucino en colorines.
Uno solo de los piercings que luce alguno de ellos vale 100 veces más que el precio de lo sustraido.

Y yo, les cedo el paso.

Lo mismo he hecho cuando al cruzar un paso de cebra un coche poco dispuesto a respetarlo me hace amago de intentar cruzarlo.
Le dejo pasar.

También a la pareja con la que me cruzo en un tramo estrecho de la acera y que parecen inmersos en una carrera de Fórmula 1 conduciendo un cochecito de bebé en quinta y a fondo.

He esperado a que el muñequito verde apareciera para cruzar un semáforo, a pesar de ser el único de los presentes que ha adoptado dicha actitud (otros cuatro cruzaron sin esperar el verde).

Entré a comprar en el supermercado y cedí el paso en la caja a una señora que apenas llevaba una barra de pan. Yo solo llevaba dos artículos, pero creí percibir en la señora que tenía prisa por salir de allí.

Y cuando fui a salir del supermercado, una encantadora pareja de viejecitos accedía a él en ese momento.
La señora ya había cruzado la puerta.
Le indiqué al señor que pasara.
Me hizo un gesto para que saliera yo primero.
Insistí en que por favor, pasara él.
Mi dijo que no lo haría hasta que yo saliera.
Salí dándole las gracias en valenciano.
En el mismo idioma me respondió "de nada".
Nuestras miradas se cruzaron en el instante de mi salida.

El hombre había descubierto, mucho antes que yo, el auténtico valor de ceder el paso.

Artea.

9 comentarios:

Javier Medel Cabañas dijo...

Muy bueno tu relato. Real como la vida misma. Cuanta prisa para llegar no se sabe donde sin saber siquiera por qué. Esta sociedad crea autómatas veloces sin tiempo para sentirse y mucho menos para comprender y repetar.
Gracias por compartir tu serena sabiduría.

Artea dijo...

Como siempre, un placer tener un Alcaudoncillo posándose en este tejado.

Las buenas compañías siempre son enriquecedoras.

Un fuerte abrazo, amigo.

Wuwei dijo...

¡¡¡Gracias!!! Ha sido impagable, una auténtica campana de atención.

Algo en mi se ha encendido; algo de lo que a veces me olvido con tantas prisas. Esta misma tarde, antes de leer este post, pensaba en ello. "Peor" que el delincuente ignorante es el que delinque a sabiendas. A veces soy un ladrón consciente de mi propio robo y aun así sigo haciéndolo, sigo correteando de acá para allá robando mi presente. La vida no está compartimentada en momentos para saborearla y momentos para correr sin sentir más que las prisas por llegar...

Gracias :o)

La Maga Gris dijo...

Yo creo que me siento demasiado ya. Y muchas veces lo que consigo es pensar demasiado y llegar a calles sin salida. Pero es muy necesario pararse y reflexionar por qué haces lo que haces y ver si te has olvidado a tí mismo en alguna parte equivocada.

Un beso y gracias Artea!

Artea dijo...

Hola Wuwei.-

Si te sonó alguna campana, doy gracias por ello.

Según yo veo no hay separación, no hay compartimentación.

El fondo del río sigue inmutable.
Las aguas discurren sobre él.
Incesantemente.
Hoy bajan claras, mañana oscuras.
Hoy traen hojas, mañana ramas.
Hoy se ve el fondo, mañana no.
Pero el fondo del río sigue ahí; se vea o no se vea.

Un fuerte abrazo.

Hola La Maga Gris.-

Comprendo perfectamente el significado de tus palabras.
Sé bien lo que tratan de decir.

Sólo un matiz al respecto.

En mi humilde opinión existe una diferencia entre sentir y pensar. Muchas veces pequeña e inapreciable. Es posible que una percepción sensorial (o incluso un sentimiento) desencadene el proceso mental (pensar).

Pero son dos cosas distintas.
Muy distintas.

El proceso mental te llevará, sin lugar a dudas a más y más información; y seguramente ésta a otra más... en un proceso sin fin en el que la mente no puede detenerse... no puede parar.

Y ese mismo exceso de información (excitación) acabará, muchas muchas veces en eso que has venido a llamar "callejón sin salida".
¿Necesitas quizás otra explicación para encontrar la salida?.

Una propuesta te lanzo.

Trata de sentir, sin pensar.
No busques respuestas, deja que broten.
Las más de las veces, ese suele ser "el problema".

Un fuerte abrazo

Gloria dijo...

Llevo mucho tiempo disfrutandote, y en relatos como este aprendiendo de ti. Lo que relatas aquí es una de mis aficiones favoritas, jugar a observar, aminorar la marcha en el paso, escuchar... digo aficiones por que al menos yo todavía no me es posible aplicarlo diariamente , mi vida todavía necesita de mucha perfección.
El observar a la gente me apasiona. Pero sobre todo el aprender de mis observanciones. Hoy contigo volví aprender, me transmites ligereza, serenidad y calma, tantas cosas que me son necesarias. Hoy maestro salí de la sombra y no pude por menos que decirtelo abiertamente.

Besitos para tu chica.

Artea dijo...

Agradable sorpresa la de hoy.
Abrir el blog y tropezar con un comentario de una tal Gloria ha sido, realmente, un impacto no esperado.
La incertidumbre inicial con el nombre (no es la primera vez que me pasa que confundo a alguien) dió paso en pocos segundos a estar bien seguro de quien había pasado a este lado del teclado.

Me alegra enormemente esta decisión tuya, que sin duda requiere una buena dosis de valentía... pues este es, precisamente, un sitio dispuesto a exponer cuestiones o tratar partes "delicadas" de nuestro ser y estar en este mundo. Y no es fácil dar la cara en este terreno.

Muchas veces, un cierto miedo a mostrar en público algunas facetas de la intimidad personal, mantienen a los lectores al otro lado del teclado. Es un miedo prudente y comprensible, que solo cede el paso tras un afianzamiento de lo que uno realmente quiere o busca en un determinado sitio. Exige de una empatía con el sitio (y por ende con su autor) difícil de obtener así por las buenas.

En tu caso, contamos con la ventaja de coincidir físicamente en el terreno de lo personal.

Me consta que juegas a observar a las personas. Más de una vez he sentido tu mirada clavada en mis propias carnes, y en algunas otras ajenas.

Desprendida de toda intención de intervenir o juzgar aquello a lo que se observa, mirar y escuchar son dos hábitos que, bien entendidos y practicados, pueden ayudarnos a comprender mejor todo aquello que se mueve por nuestros propios adentros.

Porque aquello que empatiza con nuestro interior necesariamente produce sensaciones y sentimientos que, de acuerdo con su naturaleza, nos indicarán con bastante precisión cuáles son nuestras necesidades y hacia donde se orientan nuestros anhelos.

El lenguaje corporal, que muy pocos saben leer, muestra fielmente la "historia" de cada uno.
La forma en cómo nos estructuramos muscular y esqueléticamente no es una cuestión baladí... refleja, con mucha más precisión de la que se cree, los acontecimientos que han dejado huella a lo largo de nuestro camino.

Bien lo saben algunas disciplinas psicoterapéuticas.

Saber impregnarse o, en su caso rechazar, aquello que uno mismo puede descubrir en un semejante configura, de hecho, cada una de las etapas de nuestra existencia.

Porque siempre hubo "alguien" de quien aprender. Nos ha pasado a todos. Todos tenemos nuestros modelos y nuestros "maestros". A veces los tenemos cerca y físicamente disponibles... y otras, simplemente disponemos de su legado escrito (tan importante como el presencial).

No me considero yo maestro de nadie. Ni pretendo tampoco serlo. Y es curioso que, precisamente ayer, no fueras la única persona que me llamó así.

Muy especial tiene que ser alguien para que surga en mi el deseo de llamarle y reconocerle como "maestro". Alguno que otro hay por ahi.
Pero desde luego, bien lejos estoy de acercarme a acariciar el punto del camino en donde se encuentran estas personas comparativamente con el mío.

Y como hace pocos días hablé de la humildad como práctica, mi primera reacción cuando oigo este término en relación a mi persona, no es otra que sacar el látigo interior y fustigar enérgicamente mi ego.

¡Qué más quisiera yo!.

No obstante, ello no es óbice para que comparta y esté dispuesto a compartir contigo muchas sensaciones personales que, seguramente tanta falta te hacen a tí como a mi.
Lo hago con bastante más gente de la que finalmente se atreve a pasar a este lado del teclado.

Muchos otros están todavía, esperando tras él.

Y en ese camino, seguro que nos encontraremos a menudo y podremos continuar abrazándonos, y charlar de lo divino y lo humano.

Adonde nos conduzca el camino, solo nuestros pasos serán capaces de llevarnos.

Entre tanto, seguiremos andando.

Recuerdos de mi chica también para tí.

Un fuerte abrazo, Gloria.

Gio J. dijo...

genial... trataré de ceder más el paso...

saludos

Artea dijo...

Reduce tu velocidad, yiokun... y verás qué pronto empiezas a cederlo de manera completamente natural.

:)

Un fuerte abrazo.