27 marzo 2008

Vandana Shiva

Vandana Shiva



Érase una vez un humilde agricultor que había dedicado su vida -con sostenido esfuerzo- a labrar pacientemente sus tierras. A cuidar de sus cultivos. A proporcionar estiércol y agua a sus plantas. A cosechar el fruto de su trabajo con el fin de alimentar a los suyos y comerciar con el pequeño excedente que le sobraba; que era vendido o intercambiado por su mujer en el mercado local para obtener unos paupérrimos ahorros con los que poder ofrecer una mínima educación a sus descendientes.
Un pequeño corral contribuía a mejorar la alimentación familiar y proporcionar abono natural para el suelo.

A pesar de su pobreza sobrevivía honrada y felizmente, satisfecho con la labor a la que se había encomendado.

Nunca faltó un plato de arroz y unas verduras con que acallar los gritos del hambre; y año tras año, recogía las semillas de una parte de su cosecha para poder continuar su labor al siguiente, comenzando con la preparación del terreno para la siembra.

Hoy este humilde agricultor podría formar parte de los más de 400.000 que se han suicidado en la India en los últimos diez años.

¿Porqué?.



Desde que el gobierno Indio aceptó en 1991 los préstamos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (con las obligaciones que la aceptación de dichos préstamos conllevan), se instauró un dramático destino que -como no podría ser de otro modo- fue aprovechado por las multinacionales americanas para implantar su “negocio” a costa de….

La primera medida que adoptó el gobierno Indio fue devaluar un 25% la rupia, lo que inmediatamente provocó que las materias primas hindúes fueran más baratas en el mercado internacional, requisito imprescindible para llevar a cabo una reforma agraria impuesta por el Banco Mundial, que conllevaba la transformación de la agricultura minifundista tradicional en una agricultura extensiva y de monocultivo orientada a la exportación (obtención de divisas).

La implantación de esta nueva forma de cultivar obligó a los agricultores a comprar semillas a multinacionales norteamericanas (especialmente a la corporación Monsanto). Pero… estas semillas eran transgénicas.

Los agricultores las compraron convencidos (gracias a las campañas publicitarias y de marketing de la multinacional) de que a pesar de que no darían semillas fértiles (lo que obligaría a comprar las semillas año tras año) y ser más caras, la robustez de las plantas y la resistencia a las plagas les darían cosechas mucho más abundantes (rentables en terminología economicista).

Apoyados por el gobierno Indio (metido hasta el cuello en la trama) que les subvencionó parcialmente la compra durante los primeros años una gran parte de agricultores se endeudaron con los bancos.
Transcurridos unos pocos años, la necesidad anual de compra de semillas, fertilizantes y plaguicidas (todos ellos químicos) en grandes cantidades hizo que esa deuda creciera exponencialmente.
Unos 400.000 agricultores no encontraron salida al callejón en que se habían metido y decidieron acabar con sus vidas. Una gran mayoría de ellos ingiriendo una cantidad del plagicida que ellos mismos habían comprado para “salvar” sus cosechas.

Gracias a la actuación de Vandana Shiva esta política multinacional es hoy conocida y denunciada globalmente.

Vandana Shiva es física, filósofa, ecofeminista y escritora India, que en 1993 recibió el Premio Nobel Alternativo.

Shiva nació en Dehra Dun (Uttaranchal) antiguamente parte del estado indio de Uttar Pradesh. Durante los años 70 participó en el movimiento Chipko formado principalmente por mujeres que adoptaron la táctica de denuncia ecologista consistente en permanecer abrazadas a los árboles para evitar que fueran talados.

En 1982 creó la Fundación para la Investigación Científica, Tecnológica y Ecológica, la cual cuenta entre sus iniciativas el impulso y difusión de la agricultura ecológica (programa Navdanya), el estudio y mantenimiento de la biodiversidad (Universidad de las semillas, Colegio Internacional para la Vida Sostenible), fomentar el compromiso de las mujeres con el movimiento ecologista (Mujeres Diversas por la Diversidad), o la regeneración del sentimiento democrático (Movimiento Democracia Viva).

Todo un ejemplo a seguir y una causa justa a la que apoyar.

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