23 diciembre 2010

Dejar de dar vueltas

Centrifugo

Fotografía de Harun Tore

Cada vez que te sientas extraviada, confusa, piensa en los árboles, recuerda su manera de crecer.

Recuerda que un árbol de gran copa y pocas raíces es derribado por la primera ráfaga de viento, en tanto que un árbol con muchas raíces y poca copa a duras penas deja circular la savia.

Raíces y copa han de tener la misma medida, has de estar en las cosas y sobre ellas: sólo así podrás ofrecer sombra y reparo, sólo así al llegar la estación apropiada podrás cubrirte de flores y de frutos.

Y luego, cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda.

Respira con la confiada profundidad que respiraste el día que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aun.

Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón.
Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve.

Susana Tamaro
en Donde el corazón te lleve


Es asombroso como algunas cuestiones, aprendidas en clase de osteopatía, me han hecho vislumbrar algunas claves sobre las que no paraba de dar vueltas.
A nivel funcional distinguimos entre mareo y vértigo porque en el primer caso somos nosotros quienes nos movemos y todo está quieto; y en el segundo caso, todo se mueve a nuestro alrededor a pesar de estar completamente quietos.
Independientemente de las causas y consecuencias fisiológicas de uno u otro estado, es bien cierto que entre estas dos vertientes -entendidas como actitudes existenciales- intentamos guardar un cierto equilibrio en muchos momentos de nuestro devenir.

Varias claves encierra, según mi modesto entender, este fragmento del estupendo libro de Susana Tamaro.

Claves -además- magistralmente combinadas; y que -en no pocas ocasiones- han contribuido eficazmente en ayudarme a encontrar un rumbo en esos momentos en que todo parece confuso.

Sentarse… aguardar…
Respirar profundamente…aguardar más aún…
Quedarse quieto… en silencio…
Y escuchar tu corazón…
Levantarse…y andar…

Tal como reza el blog de mi amiga -también llamada casualmente Susana-: tan sencillo y tan complicado.

Estoy de acuerdo en que no siempre es fácil -visto desde dentro- distinguir los matices que marcan la diferencia entre un movimiento armónico y un incesante traqueteo (muchas veces se está en uno de estos estados cuando se cree estar en el contrario)…; ni tampoco lo es discernir entre un silencio creativo y un aislamiento angustiante.

Porque aún sentado en el mayor de lo silencios, y con la más firme voluntad de no moverse; completamente solo y aislado de cualquier estímulo… resulta que hay algo ahí dentro que no para de dar vueltas.
Es un síntoma… que no hay que despreciar. Es por algo.

Hacer el esfuerzo de permanecer en esa actitud… sin luchar ni resistir el movimiento… dejando que se agote en su propia dinámica… tiene su recompensa.

Y la indica Susana en su relato, al hablar de que en la estación propicia (cuando toque) las flores y los frutos colmarán nuestras ramas.

Artea

Bonus track.-



Tema: Adiemus
Artista: Adiemus
Álbum: Songs of sanctuary (1997)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Recuerda que un árbol de gran copa y pocas raíces es derribado por la primera ráfaga de viento, en tanto que un árbol con muchas raíces y poca copa a duras penas deja circular la savia."

Entiendo que todo se debe presentar en su contexto, y que esta (a mi juicio desafortunada) frase, por si sola puede servir para lo que pretende la autora o para invadir Polonia por parte del ejército nazi.

Eso de "Recuerda"...dá por sentado demasiados dogmas. No conozco ningún árbol al que le pase eso.

Besos

Susana dijo...

El libro que nombras hoy es uno de mis favoritos (el pobre tiene las hojas ya ajadas de tanto leerlo) y el fragmento que extraes, uno de los que tengo señalados.

Hubo un tiempo en que lo releía una y otra vez, con la esperanza de que así las cosas fuesen encontrando su lugar. Al final ocurrió cuando tenía que ocurrir, sin más.

Y es lo que tiene hacer las cosas más complicadas de lo que en realidad son.

Un abrazo, hoy un poco más especial que otros días.

Artea dijo...

Buenas de nuevo, amigo Tío Saín.-

Siempre he dicho que los libros (o cualquier otro tipo de comunicación que entre por los ojos) no son otra cosa -al final- que un espejo.

Un espejo al que su autor trata de dar una determinada forma y un pulido específico con el que pretende reflejar su propio interior.

Y así suele ser. Muchos libros suelen ser un reflejo de sus autores.

También resulta evidente que, en muchos casos, el reflejo se traslada al lector (cosa normal por otra parte), y en este caso es el libro el que se transforma bajo la visión de los ojos que lo leen.

Ojos que, por otra parte, no pueden sacar fuera nada distinto de lo que tienen dentro.

De ahí que el mismo texto resuene de modo distinto en espacios cuyo eco y profundidad son, naturalmente, distintos.

En mi huerto, todos los árboles recuerdan en primavera lo que fueron el año anterior... y se visten con sus mejores galas.

A su tiempo, todo eco resuena.
Es cuestión de esperar a que el momento llegue.

Un fuerte abrazo y felices fiestas, grandullón.

Hola Susana.-

Los libros más queridos son aquellos que acaban más manoseados.

Pasa también con las personas.

Así que nos daremos mutuamente un especial abrazo... porque ha llegado el momento... de darlo.

Felices fiestas.