13 marzo 2011

Integrar

Integrar

Fotografía de maciejgruszecki.com

Hay que tomarse un tiempo para ver.
Necesitamos una pausa para reaccionar, para comprender, una distancia para "darnos cuenta".
A veces estos lapsos suelen ser muy prolongados, otras, no tanto; dependen las respuestas, de la disponibilidad interna para lo nuevo, de la capacidad de asombro y la libertad mental que tenga el observador.

Enrique Mariscal en Cuentos para regalar a personas originales

No deja de sorprenderme el extraño juego al que constantemente nos somete ese enanito residente en alguna parte de nuestro cuerpo (¿quizás en nuestro cerebro?) al que comúnmente apellidamos mente.

Cuando decidí compatibilizar dos años de estudio y prácticas en materias tan dispares como lo son la osteopatía y la acupuntura, preveía que -al margen de sacrificar una buena parte de mi tiempo personal- acabarían apareciendo puntos de vista divergentes sobre la misma materia, caminos que aparentemente llevan a destinos diferentes, e incluso verdaderas contradicciones entre una y otra disciplina.

No me equivoqué respecto del sacrificio de mi tiempo. Es imposible sacar adelante ambas materias si uno no le dedica un mínimo de dos horas diarias a meter en su cerebro el temario e ir comprendiendo los mecanismos de actuación de ambas metodologías terapéuticas.

Bueno, quizás probablemente pueda hacerse sin apenas complicaciones (no se olvide que hablamos de materias no regladas); pero quienes me conocen saben que cuando inicio algo, no sé hacerlo si no es a fondo y hasta el final, volcando cuerpo y alma en ello. Así que, probablemente, sea yo mismo el responsable directo de que disponer de un día semi-libre (como hoy) sea objeto de celebración.

Y tampoco me equivocaba en cuanto a las disparidades.
Si uno se queda en lo superficial (donde solemos pasar el 98% de nuestra vida) se precisa un importante acto de fe para asumir una y otra propuesta como parte integrante de una única acción terapéutica.

Bien es sabido que el campo de actuación de la acupuntura es -inicialmente- mucho mayor que el de la osteopatía; pero ambas -inevitablemente- comparten el tratamiento de personas que (a veces) están aquejadas de idéntica problemática.

Y es aquí donde se libra, en mi mente, una suerte de batalla de postulados y alternativas que lejos de permitir un acercamiento certero a la solución de un determinado problema, acaba -muchas veces- en una agotadora dialéctica mental cuya capacidad para generar constantes dudas es prácticamente inagotable.
Y si algo provoca en mi la duda, es el bloqueo. Difícilmente asumo actuar si no siento que mis actos están en consonancia con mis deseos y mi cuerpo.

Esta dialéctica suele manifestarse por la vía de un cierto discurso mental: todo parece fácil, pero en realidad no lo es.
Y el miedo al fracaso, paraliza el avance.
Y lo hace con el convencimiento de que hay algo que todavía no se ha alcanzado.

El error es creer que ese algo reside en el mismo lugar donde se genera dicho discurso.

Por contra, hay ocasiones en que senderos que parecían distintos acaban confluyendo en el mismo camino. Un día -sin que nadie sepa explicarlo- no funciona una determinada movilización (aparentemente bien planteada y ejecutada) y una simple aguja acaba resolviendo una fuerte contractura.
¿Y porqué?

Es obvio que (al menos dentro del campo en que me muevo) trabajamos con personas, y no con dolencias. Y es obvio que, cada persona es un mundo en el que conviven psique y cuerpo de una manera indisoluble. Y que por mucho que queramos acercarnos metodológica y analíticamente a un conocimiento de lo que está sucediendo bajo una capa dérmica y muscular, siempre es posible una peculiaridad individual cuya manifestación se realiza por vías que -también inevitablemente- son particulares.

Y es que los caminos por los que uno acaba llegando a una determinada problemática física tienen algo que ver -seguramente- con un conjunto de circunstancias y condiciones psicofísicas particulares directamente vinculadas a un espacio-tiempo concreto.
Y pilotadas por una mente singular.

Porque si alguien piensa que ese enanito nada tiene que ver con lo que a uno le pasa física y psíquicamente, le aconsejo que revise el entramado de argumentos que le han llevado a esa conclusión.

¿Y cómo avanzar en estas circunstancias?

Por el camino de la integración.

Es impensable avanzar si no se dispone del conocimiento preciso de la anatomía, fisiología y muchas otras materias que se esconden bajo nuestra piel. Por tanto, una mente conceptual y analítica es requisito sine qua non para abordar cualquier disfunción a la que nos enfrentemos (ya sea propia o ajena); amén de conocer a la perfección las técnicas que se emplean en unos y otros supuestos.
Pero pensar que esa parte visible es la que gobierna la acción es quedarse apenas en lo superficial.

Empecé a comprenderlo cuando descubrí que uno puede leer mucho sobre contracturas del cuádriceps o sobre lumbalgias; pero solo el día que pone una mano bien educada, encima de una de ellas, lo acaba comprendiendo.

Un dicho Zen alude a que solo morder una manzana nos hará descubrir su sabor.

Creo pues haber llegado al convencimiento práctico de que sólo trascendiendo ese aparente abismo entre teoría y práctica, entre mente y cuerpo, entre emoción y piel...puede empezar a vislumbrarse una salida integral y particularizada para una dolencia determinada (que podrá conceptualizarse bajo un aspecto general y teórico igual para todos), en el marco de una persona concreta (donde lo que se manifiesta es una forma particular de aquello general).

No hay más remedio que recurrir a palabras, aún cuando quiere transmitirse algo que no puede explicarse con ellas, como es el caso. Pero a buen seguro que a través de estas letras yo mismo acabaré descubriendo pistas para encontrar el camino para que ese continuo e incesante ronroneo mental -que nunca cesa-, acabe ocupando el papel de espectador que realmente le corresponde.

Porque en un proceso de integración del saber y del ser, la mente solo puede ser un actor secundario.

Es otra cosa la que toma las riendas, haciendo que todo fluya en una dinámica sin interferencias de ningún tipo... y el camino se muestra con toda claridad y sencillez.
Algunos le llaman presencia o conciencia.

Sí, ya se que todo es muy fácil de decir... pero muy difícil de hacer.
Ya lo dije antes.
Y podríamos volver a empezar de nuevo.

¿Pero alguien está dispuesto -de verdad- a situar-se en el lugar que -por naturaleza- le corresponde?
Porque el primer paso es soltar amarras con ese conjunto de ideas que permanentemente nos atan a nuestra historia personal; y colocar a cada actor (de los que ronronean permanentemente en nuestra cabeza) en el lugar del escenario que siempre debiera haber ocupado.

Cuidado con nuestro ego... difícilmente asumirá su nuevo papel.

Integrar tiene un aroma de unión y equilibrio; de silencio e inmovilidad; de continuidad y permanencia.

Es bueno fijar en nuestra brújula el rumbo hacia dicho perfume.

Artea

Bonus track.-



Tema: Moonrise
Artista: Brian Crain
Álbum: A simple life (2005)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Chapó! Me encanta haber llegado por casualidad a este blog. Espero seguirte leyendo. ¡Mucho ánimo! Anna

Artea dijo...

Hola Anna.-
Va para un año que escribiste este comentario.
Celebro (un año después) tu interés por el sitio... que intentaré rehabilitar poquito a poco.
Un fuerte abrazo.