Hay momentos en la vida ciertamente especiales.
Este preciso instante es uno de ellos; claramente enmarcado
en un contexto de profundo cambio.
Mientras voy pulsando teclas, intentando dar forma y sentido
a esta pantalla, tan vacía y en blanco como poco a poco va quedando una parte
de mi corazón, los recuerdos se agolpan en la mente y los sentimientos se abren paso hasta
asomar a flor de piel, formando un conglomerado de llanto y desconsuelo que, a
buen seguro, en no pocas ocasiones interrumpirá el relato.
Quizás no ayude mucho la musiquita que me ha dado por poner…
pero por algo hoy el puntero del ratón se detuvo en esa precisa carpeta, aunque
ahora mismo no acierte a comprender porqué.
En apenas tres días concluirá una etapa a la que he dedicado
buena parte de los últimos seis años de mi vida. En mi mente parecía, por fin, perfilarse
el momento de cerrar unos libros… para comenzar a escribir un guión propio.
Probablemente la propia concentración en esta madeja de
huesos, músculos y técnicas impidieron percibir con claridad la tragedia que se
estaba cocinando en los fogones de mi propio corazón.
Hace apenas unas semanas, supe que el guión sería escrito en
condiciones sustancialmente distintas a las previstas.
Así que a medida que pasan los días, crece en la misma
medida un ancho y profundo sentimiento de pérdida.
Toca pues asumir, en primera persona, que si algo
caracteriza de verdad a la vida es su marcada tendencia al cambio.
Tendemos a creer que todo aquello que nos rodea es
permanente; incluso acabamos apegándonos de modo tal que, cuando la pérdida llega...
cuesta aceptarla y soltar amarras.
Así que con este mensaje, doy inicio a un viaje hasta al
centro de mi propio dolor.
Doy por hecho que será una travesía de duras etapas; en busca
de un sentido que me permita comprender la sabiduría que esconde aquella frase
que un día leí en un libro del Dalai Lama, y que venía a decir algo así como que “el
tamaño de tu dolor es equivalente al de tu apego”.
Es curiosa la forma en que a veces, toman sentido estas
grandes verdades, marcándonos el horizonte que siempre debería presidir nuestro camino.
De momento, y con ciertas ayudas externas (los amigos aparecen
cuando menos lo esperas) vamos haciendo frente a la lucha que se ha desatado
entre el sentimiento de culpa y el de soltar. Porque si algo se hace patente en
este proceso es lo difícil que resulta soltar y dejar ir; tan irremediablemente unido al dolor, que acaba conformando la segunda cara de aquél.
Pero… ¿acaso hay mayor acto de amor que el de dejar marchar?
Sea pues lo que tenga que ser.
Así que en pocos días iré cerrando actividades y tomaré unas
merecidas vacaciones.
Imposible saber ahora si apareceré por estos lugares o con
qué frecuencia.
Pero del mismo modo que acaba una fase, comienza otra. De hecho nunca se termina nada que no haya sentado las bases
de otro inicio. Es la eterna rueda que nos envuelve.
Trataré de dar forma al montón de proyectos que dejé
aparcados en algún momento de estos últimos años, y veré cuales de ellos son realmente importantes.
Trataré de encontrar las claves y respuestas de las que hoy
carezco.
Trataré de encontrar-me de nuevo.
Como siempre que tropiezo con este tipo de circunstancias, calzaré otra vez mis botas y emprenderé ruta por todos los
senderos que tan bien conozco… con la esperanza de encontrar esa pequeña senda,
hoy perdida entre la maleza, que me devuelva al camino.
En septiembre nos vemos.
Con todo mi afecto.
Artea
Artea
2 comentarios:
Venga hombre, dale caña y no seas vago.
No le des tantas vueltas a la chola y toma un poco de aire. Después, al tajo!
Feliz verano!
La eterna imperdurabilidad de las cosas, la interminable búsqueda de uno mismo, el apego, el alma de todos los seres, .... la palabra, el silencio.El Tao, el Camino.
Ánimo en el desánimo.
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