Fotografía de Francisco-PortoPortugal
El pasado viernes día 3, mientras nos dirigíamos al trabajo sonó el teléfono de Verónica. Era su hermana.
Nada bueno presagiaba esa llamada, viniendo de quien venía y en ese horario.
Su madre, que venía arrastrando una enfermedad degenerativa desde largo tiempo atrás, había empeorado súbitamente esa noche.
Mi suegro había ido a buscar al médico de urgencias.
Volvimos sobre nuestros pasos con la idea de coger algo de ropa, el coche, y salir hacia el pueblo.
Media hora después, mientras preparábamos nuestras cosas para salir, una segunda llamada anunció el fatal desenlace: Josefina acababa de fallecer.
Ya en casa, todavía pudimos acompañar su cuerpo sin vida antes de que los servicios funerarios aparecieran a realizar su trabajo.
La larga enfermedad, que poco a poco había ido paralizando cada musculo de su cuerpo, había concluido su periplo. Y ahora ya, por fin, mi suegra tenía su merecido descanso. Todo había terminado.
De uno u otro modo, con mayor o menor ventura o desventura, acierto o desacierto, sufrimiento o gozo... llegamos siempre a un mismo fin que se repite invariablemente desde el alba de los tiempos.
Al final, guste o no guste, no somos más que un cuerpo sin aliento depositado en el interior de una bolsa.
Todo empezó con una inspiración. Nuestro primer instinto al nacer no es otro que llevar aire a los pulmones. Es la forma en que nos separamos de nuestra madre.
Y con una última espiración, volvemos de nuevo a nuestra gran madre: la tierra.
Nuestro viaje y permanencia en este mundo, no es otra cosa que el intérvalo de tiempo que transcurre entre estos dos actos.
Son momentos duros, pletóricos de imágenes y de recuerdos, de llantos y de gestos, de ceremonias y de duelos.
Pero, aún dentro del dolor por la pérdida de cualquier ser querido, no debiéramos tardar ni un sólo segundo en comprender el valor cada una de las inspiraciones y expiraciones que, queramos o no, vamos consumiendo a cada instante.
Porque, cada vez estoy más convencido, sólo llenando de sentido cada uno de esos inconscientes y diminutos gestos, el momento presente trascenderá la propia muerte.
Descanse en paz.
Artea
Bonus Track.-
Sinfonía nº 6 de Chaikovski
Orquesta de Filadelfia
5 comentarios:
Vaya....
Un abrazo para ti y para Verónica.
Se lo daré de tu parte.
Un abrazo.
Qué decir.
Un abrazo
Un cariñoso abrazo...
Hola Lughnasad.-
Hay ocasiones en que no hay nada que decir. Hay silencios muy reveladores si se utilizan en el momento y lugar adecuados.
Gracias por tus pensamientos.
Un fuerte abrazo.
Hola Enrique.-
Celebro ver tu sonrisa de nuevo.
Vaya de vuelta ese caluroso abrazo.
Gracias por el comentario.
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